El tradicionalismo, en la historia de la filosofía, es la tendencia a sobrevalorar la tradición en cuanto al conjunto de normas y costumbres heredadas del pasado. No se trata necesariamente de una postura conservadora. Pero sí representa una actitud moderada ante los cambios, ya sean de pequeña o gran magnitud. Cuando un cambio es de gran magnitud se le denomina revolución. En muchos casos los tradicionalistas son considerados contrarrevolucionarios o reaccionarios. A pesar de esto, ciertas ideologías que abogan por una revolución social, tales como el gobierno de Nasser o Peron, se han identificado con un ideal de tradiciones dinámicas. El tradicionalismo se basa en que la verdad proviene de una fuente divina. El error, según lo entiende esta doctrina hoy en día, no es el aprendizaje, sino un castigo, por lo tanto, la verdad no es asunto de la razón, sino de la autoridad, transmitada por la tradición y el legado histórico.
El tradicionalismo alcanza España en el s. XIX y supone el surgimiento del movimiento carlista, que provocará una serie de guerras civiles entre este bando, que propugnaba la restauración del Antiguo Régimen y el bando liberal, que defendía los ideales de la revolución francesa.
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